Abierto en canal: 50 sombras de Grey (o 50 odas a lo insano)

Nota del autor: Me gustaría explicar antes de que empecéis a leer este post qué es y en qué consiste «Abierto en canal». Para empezar, Abierto en canal será una de las secciones fijas de mi humilde morada cibernáutica; supongo que dicha expresión os hace evocar a todos la imagen de una cosa partida en dos, dónde puede verse el contenido interno de la cosa en sí, ¿no? Pues precisamente en eso consiste esta sección: en destripar, abrir y criticar – tanto de buena como de mala lengua – ciertas «obras» que están – o estarán – en el mercado literario y cinematográfico. Dicho esto, comencemos.

He escogido 50 sombras de Grey como primera estrella invitada porque, como muchos ya sabréis, tiene de por sí bastantes detractores y las críticas suficientes como para no sentir una chispilla de curiosidad interna hacia el tema en general.

Recuerdo la cara de poema (de Baudelaire, mínimo) que se me quedó la primera vez que escuché a alguien hablar sobre la saga y su masiva oleada de comentarios – en su gran mayoría de féminas de más de 40 años -. Y no es que la recuerde por el libro de E.L James, qué va, sino por quién trajo dicha información a mi vida: mi tía. Tengo que decir que me gusta leer y suelo estar bastante puesta en temas de best sellers y novedades literarias – La Casa del Libro me manda correos cada dos por tres, sí – y ya había leído algunos comentarios acerca de la «opera prima» de la señora James. En muchos de ellos se etiquetaba al libro de majestuoso – sí, señores, alguien empleó tal adjetivo para calificar tal basura; lo nunca visto – y un magnífico ejemplo de introducción al mundo del BSDM. No voy a negar tampoco que soy una chica bastante curiosa y que esos temas del sexo prohibido y el gusto por el morbo los llevo casi impresos en el ADN pero, sin irme por los cerros de Úbeda, que me estoy viendo venir, vuelvo a aquel momento sorpresivo que me brindó mi familiar. Sabiendo lo que ya sabía de 50 Sombras de Grey, pensé que mi tía se había vuelto loca. Me dije a mí misma – bastantes veces – que posiblemente no tuviera ni idea del contenido del libro pero se ve que sí, sí que lo tenía y tras mucha insistencia indirecta decidí que no iba a juzgar antes de leer – esto lo hago con todo libro que pasa por mis manos – y me embarqué en la «emocionante» aventura del señor Grey y Anastasia Steele.

Vale, hasta aquí todo claro, ¿no? Bien pues, en el mismo instante que acabé de leer quise borrar los tres días que había invertido en digerir semejante deposición de Lucifer. Os puede sonar exagerado y quizás lo sea pero, de verdad, sentí que aquella chispa de curiosidad simplemente habían sido gases y que había desperdiciado totalmente unas horas maravillosas de mi vida.

Dejando de lado la incoherencia y lo fantástico – nada tiene que ver con el género fantástico o de ciencia ficción literario – del argumento porque las fuentes* y su sinópsis hablan por sí solas, vayamos al tema de la doble cara del libro. La señora James pinta a Christian Grey como el príncipe azul que alguna vez deseó que se metiera entre sus carnes y de príncipe tiene lo que yo de rubia, que es más bien nada. A los ojos de muchas – y soy mujer, y trato de no encasillar en general a nadie porque es algo que realmente me frustra pero es lo que hay – también es visto como el hombre que quieren para su día a día. Para quién sabe leer entre líneas y ver el alma de un libro (y son años y años de lectura llegar a entender este mecanismo), Christian Grey es un niñato malcriado repletito de traumas infantiles, dotado de una importante fortuna y también de unas característica humanas paupérrimas (características tales como maltratador, acosador y manipulador entre otras) que le conceden ese puntillo de chico malo y rebelde que siempre, siempre, siempre consigue lo que quiere, en este caso a nuestra virginal protagonista, Anastasia Steele, que por otra parte entra dentro del cánon de mosquita muerta que, más tarde, ¡oh! ¡sorpresa! resulta ser que le mola que le den zapatilla por detrás poseída por el ritmo ragatanga (bendito Loulogio y sus parodias) y que, además, se siente como una diosa privilegiada – si os habéis leído el libro sabréis a que hago alusión – por ser el platito caliente del tipo rarito, guapo y misterioso.

50SdG, digáis lo que digáis los fieles seguidores, no es más que una oda al maltrato, una manera desesperada de reclamar cambios que necesita la autora en su vida y una llamada de atención para aquellas (y aquellos) que tienen la mente plagada de chaladurías con respecto al tema amoroso-sexual, empezando porque el amor no tiene nada que ver con dejar de ser libre y terminando porque pretende contar experiencias dentro de un mundo tan delicado como lo es el BSDM, todo esto sin haberse documentado una puta mierda sobre ello (personalmente, lo único que me sonaba fiel a la realidad de todo el libro era el contrato y seguramente esté sacado de la lista de jueguecitos sexuales que hay en Wikipedia, de la que todos disponemos con tan solo teclearlo).

Sobra decir que no tropecé con la misma piedra y dejé estar la historia dando por finalizado el primer libro, ya que es el primero de una trilogía que, por lo que me han contado, reduce a cenizas todo lo «erótico» que envolvía al primero y pasaba a ser una historia de casto, perpetuo y enfermizo amor.

En conclusión, arqueoptéricos, si estáis buscando algo novedoso y diferente para leer y amigos, conocidos o cercanos vuestros os recomiendan 50SdG, sacad el crucifijo y el agua bendita, alejaos cuanto podáis y bloquead a esa persona en todas las redes sociales, de verdad. Y a los que buscáis emocion en vuestra vida, hacedle un favor a la humanidad, compraos un cubo de rubik y así sentiréis que vuestro tiempo ha sido empleado en algo útil.

Gaïa Belfast.

*Con respecto a lo de las fuentes, la autora afirmó en una entrevista que la saga estaba basada en Crepúsculo y que empezó como un fanfic que se dedicaba a escribir en una web tipo Wattpad. Ya sabéis, todos a escribir las escenas más calenturrientas de Romeo y Julieta, llegaréis muy lejos.

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